Todos albergamos fantasías de un amor ideal, pero al descubrir que “él o ella no es como yo imaginaba”, el amor líquido rechaza o intenta cambiar al otro. El amor sólido, en cambio, sabe renunciar a la fantasía del compañero ideal y descubre la belleza que hay en el compañero real. Sabe bien que las pepitas de oro se encuentran en el fango y hay que trabajar para descubrirlas.
Sí, el amor es trabajo, un trabajo de “ingeniería emocional” que busca hacer puentes, puentes que nos acercan y salvan diferencias, puentes que nos permiten transitar sobre aguas removidas y abrazar con brazos bien abiertos. ¿Cómo se construyen estos puentes...?
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