El duelo es una oportunidad para el crecimiento personal. Cuando el duelo se acaba, emerge una nueva persona. Existen nuevas actitudes, nuevos valores, una nueva visión de la propia vida, nuevas relaciones. Al igual que otros tipos de sufrimiento, el duelo ofrece una genuina oportunidad de cambiar y crecer. Toda crisis presenta sus peligros, pero también oportunidades; ambas van inextricablemente unidas. Por este motivo, el tratamiento adecuado de este proceso es vital para eludir las trampas que nos conducen al duelo complicado.
Para el creyente hay una certeza, la más importante: al recorrer la oscura senda del luto, nunca estás solo del todo. Dios va contigo. «Aunque ande en valle de sombra de muerte, tú estarás conmigo» (Salmo 23:4). Es el mismo Dios personal y cercano que una vez prometió a Moisés: «Mi presencia irá contigo, y te daré descanso» (Ex. 33:14). Es el Dios que nos dice, por medio de Cristo: «He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt. 28:20). Experimentar su presencia a nuestro lado constituye una poderosa ayuda para superar la pérdida del ser amado.
¿En qué sentido podemos prepararnos para enfrentar mejor la muerte de un ser querido? La prevención del duelo es clave porque permite la preparación emocional y, por tanto, facilita el proceso de ajuste a la nueva situación. Dolerse anticipadamente es útil tanto para aquellos que se verán sumidos en la pena como para quien va a morir. Prever la muerte y estar preparado para ella viene a ser como un ensayo muy terapéutico, cuyos frutos benéficos se verán después en el curso del duelo. Estos «deberes» previos son la mejor vacuna para posteriores problemas emocionales y reducen de forma extraordinaria el riesgo de un duelo complicado.
En el duelo, como en muchas otras situaciones de sufrimiento, no somos llamados a predicar, sino a mostrar simpatía. La persona afligida no necesita la elocuencia de un buen sermón, sino el calor de una mano tendida con amor... No te sientas incómodo por los periodos de silencio, aunque sean largos. Recuerda que, en el sufrimiento, «las palabras son de plata, pero el silencio es de oro». Los momentos de silencio son fructíferos porque contienen un gran potencial terapéutico.
El divorcio es la experiencia más estresante que existe después de la muerte del cónyuge. Es muy dolorosa, mucho más de lo que pueda imaginar quien no ha pasado por ella... Nadie está preparado para el divorcio. Todos sabemos cómo comportarnos en un funeral o junto al lecho de una persona enferma, pero nadie nos preparó para afrontar el trauma de la separación matrimonial. Los que sufren duelo a causa de un divorcio se sienten abrumadoramente perdidos, confusos, llenos de dudas y preguntas que no se atreven a formular.