Todo creyente puede decir con Lutero: “Con la quinta petición me acuesto; con la sexta me levanto”. Sí, la jornada diaria es un camino lleno de barro y peligros en el que fácilmente nos manchamos o caemos.
Por ello, además de la provisión divina (el pan y el perdón diarios), necesitamos la protección de Dios. Es una protección doble: de la tentación (o prueba) y del mal (o del maligno). Si el perdón divino infunde paz tras las caídas de la jornada, la última petición del Padrenuestro nos infunde aliento para afrontar los riesgos del nuevo día.
El Padre nuestro es también el Dios Todopoderoso “porque tuyo es el reino, el poder y la gloria, por todos los siglos”. Afrontemos, pues, plenamente confiados en Él, los retos del Año Nuevo...
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